Todos los 1º de noviembre cientos de migrantes de diversos lugares del Perú profundo. Hacen el recorrido por los cerros de arena del cementerio de Nueva Esperanza en Villa María del Triunfo, uno de los más grandes de toda Sudamérica. Bien decía Matos Mar: 'El cementerio más bello del país está en Nueva Esperanza, con sus tumbas ubicadas en una quebrada como andenes y sus fiestas costumbristas, con su cerveza y sus bandas folclóricas'.
Muchas Familias le llevan flores a sus muertitos, toman sus cervecitas y bailan la música preferida del difunto, al compás del arpa y a ritmo de huayno. Otras prefieren disfrutar de las viandas siempre con su vaso de cervecita. Los más religiosos prefieren visitar la capilla en lo alto de un cerro para elevar las plegarias a su dios.
Al dar la tarde, los visitantes se despiden, es hora de partir. El otro año volverán, nuevamente acompañados por su música, flores y muchos recuerdos. Aquel mar de personas ahora camina tambaleante, pero contenta de haber compartido una tarde con sus seres queridos que ya no están.
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